PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee “Falsedades concernientes a la divinidad”, El evangelismo, pp. 445-448.
Tal como hemos visto esta semana, la evidencia bíblica de la divinidad del Espíritu Santo es muy convincente. El Espíritu Santo es Dios. Pero, recuerda: al reflexionar sobre el Espíritu, estamos abordando un misterio divino. Reiteramos este punto: de la misma manera en que no podemos explicar plenamente a Dios y su naturaleza, debemos resistir la tentación de hacer de nuestra comprensión humana la norma según la cual pensamos cómo debería ser Dios. La verdad va mucho más allá del entendimiento humano, especialmente cuando esa verdad trata sobre la naturaleza de Dios mismo.
Al mismo tiempo, la fe en la divinidad del Espíritu Santo significa más que solamente aceptar la enseñanza básica de la Trinidad. Incluye la dependencia y la confianza en la obra salvífica de Dios, tal como es comisionada por el Padre y llevada a cabo por medio del Hijo en el poder del Espíritu. “No es esencial para nosotros ser capaces de definir con precisión qué es el Espíritu Santo [...]. La naturaleza del Espíritu Santo es un misterio. Los hombres no pueden explicarla, porque el Señor no se la ha revelado. Los hombres de conceptos fantásticos pueden reunir pasajes de las Escrituras y darles interpretación humana; pero la aceptación de esos conceptos no fortalecerá a la iglesia. En cuanto a estos misterios, demasiado profundos para el entendimiento humano, el silencio es oro” (HAp 42, 43).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. El filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein, cierta vez, escribió: “Las cosas de las cuales no podemos decir nada deben ser pasadas por alto en silencio”. Aunque el contexto en el que lo dijo era bastante diferente de lo que escribió Elena de White en la cita transcrita más arriba, el principio es el mismo. Piensa: ¿Por qué es mejor guardar silencio sobre ciertos aspectos de Dios, y de las verdades espirituales en general, que no han sido revelados por la Inspiración?
2. A veces, es útil reflexionar sobre una posición teológica determinada, planteando la siguiente pregunta: “¿Qué se perdería si esa propuesta no fuera cierta?” Por ejemplo: “¿Qué se perdería si Cristo no fuese divino?” Con respecto al Espíritu Santo, reflexiona sobre la siguiente pregunta: “¿Qué se perdería si el Espíritu Santo no fuera plenamente Dios?”
3. ¿Qué nos dice la siguiente cita en un nivel práctico? “El Espíritu Santo, quien debe colmarnos de su poder, no es una influencia vaga ni una fuerza mística. Es una Persona divina, a quien debe recibirse con profunda humildad, veneración y obediencia. Por lo tanto, no es una cuestión de que nosotros obtengamos más de él, sino de que él ha de tener más de nosotros; sí, ha de poseernos totalmente”.–LeRoy Edwin Froom, La venida del Consolador, p. 153.